MOOCs y el “efecto Matthew” en tecnología educativa
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La caída en picada de las expectativas generales alrededor de los MOOCs (Massive Open Online Courses) la grafica muy bien Michael Trucano, del Banco Mundial haciendo una similitud con un fenómeno que se da en el mundo de la investigación científica. El término Matthew effect describe una tendencia según la cual se le da mayor relevancia a trabajos de científicos que ya son reconocidos, por sobre los de científicos menos conocidos, aunque aborden temáticas similares. Trucano ve junto a algunas de las universidades que lanzaron proyectos como edX que aquellos que utilizan MOOCs son, en su mayoría, personas que ya tienen estudios universitarios, o que de alguna manera han pasado por esas universidades que los ofrecen.
O sea, más que democratizar el acceso a la educación universitaria de nivel, ésta se sigue concentrando, porque no todos terminan los cursos, quizás por curvas de aprendizaje o adopción, o porque no están incorporados al sistema formal de educación.
Es probable que no sea tan malo para las Universidades porque parece como si hubieran invertido en esos proyectos de MOOCs rápidamente para no quedarse afuera del cambio tecnológico, para no perder a sus clientes (los estudiantes), y ver qué parte de todo este hype les sirve a la hora de repensar su esquema tradicional de oferta educativa. El propósito de su aventura quizás no se haya desviado tanto, porque como analicé hace un tiempo, la principal revolución detrás de los MOOCs es la tecnología que se utiliza para obtener información -muy- sofisticada sobre la interacción del usuario con sus contenidos, y sirven así de herramienta para saber qué camino tomar y cuál no a la hora de diseñar un determinado curso.
Si bien en esta instancia es entretenido ver estos cambios y las formas en las que son adaptados, el camino que queda abierto para América Latina despierta algunas alertas por los posibles modelos de MOOCs del estilo que quieran implementarse dentro de 5 ó 10 años, cuando el tema esté quizás tomando una dirección totalmente diferente en los lugares en donde nacieron (y en los contextos en los que se van implementando), y acá se vea como la panacea.
Y ojalá no se parezca a lo que pasó con el tema de los distritos y ciudades tecnológicas: funcionan en aquellas ciudades en las que ya había una sinergia de telecomunicaciones, infraestructura y un perfil de desarrollo tecnológico definido. Y cuando se intentaron replicar a otras ciudades, quedaron en proyectos desfasados.
Foto vía NYTimes